¿queréis que los buitres devoren nomeolvides?
¿del chacal qué cosa pretendéis,
que se despoje de su piel, y del lobo:
debe arrancarse por sí mismo los colmillos?
¿qué os disgusta tanto
de comisarios y pontífices?
¿qué miráis boquiabiertos
en la mentirosa pantalla del televisor?
¿quién le cose al general
la franja de sangre en los pantalones?
¿quién le parte el pollo al usurero?
¿quién se cuelga orgulloso del ombligo gruñón esas cruces de lata? ¿quién
coge la propina, la moneda de plata,
el óbolo del silencio?
muchos son los robados, y pocos los ladrones.
pero ¿quién los aplaude? ¿quién
los condecora y distingue? ¿quién
está hambriento de mentiras?
contemplaos al espejo: cobardes
que os asusta la verdad fatigosa
y os repugna aprender
y encomendáis a los lobos la función de pensar.
un anillo en la nariz es vuestra joya predilecta.
para vosotros ningún engaño es lo bastante estúpido,
ningún consuelo demasiado barato,
ningún chantaje demasiado blando.
comparados a vosotros, corderos
que mutuamente enceguecéis
son fraternales las cornejas.
entre los lobos reina la hermandad:
siempre van en manadas.
alabados sean los ladrones:
vosotros invitándolos a la violación,
os echáis en las camas podridas
de la obediencia, y mentís
incluso gimoteando,
lo que deseáis es que os devoren. Vosotros
no cambiaréis el mundo.
(Poema transcrito con la puntuación y uso de mayúsculas del autor.)